La
superficie ilimitada es el espacio que se invente cada cual y donde quepa todo
lo que se le ocurra a quien desee. En este, por ejemplo voy a contar lo que
imagine, lo que olvide y lo que desee para comer. Probablemente sea a la vez un lugar
utópico y distópico. Y no sea una alegoría sino todo lo contrario. ¿Y una
utopía no es una alegoría?, preguntarán ustedes. ¿Y una distopía no es una
alegoría?, preguntarán ustedes. ¿Y quiénes son ustedes?
¿Por dónde anda moviéndose esta tía que no acabo de ver la pista y un aterrizaje? Pero es que estamos hablando, lectores, del lugar en donde voy a ser y voy a estar cuando no sea de otra parte. Y me gustaría tener la compañía de un lector, un usted que se acercara y se asomara. Un usted, lector, que se atreva y vea cómo vamos aterrizando en la carne y en el alma. Del alma, la tendremos todo el tiempo y haremos todo lo posible por no empeñarla. Para la carne, le pongo una receta de cocina.
Esta merienda va con una frutabomba de tamaño regular; y con mangos y guayabas. Después de lavarla muy bien, córtela a la mitad y saque todas la semillas, delicadamente, con una cucharita de postre. Resérvela en frío. Pele los mangos, que deben estar maduros pero ser consistentes, y córtelos en trozos muy pequeños, también resérvelos en frío. Haga otro tanto con las guayabas —si quiere las pela, pero mejor no hacerlo— y vuelva entonces con la frutabomba, para ponerle dentro, mezclados, todos estos trocitos a los que final y sutilmente, con lo que tome solo con dos dedos y para terminar de enloquecer el paladar, le dejará caer canela en polvo. La parte más divertido es comerlo justo ahí, acompañados, en la propia frutabomba, cada quien con su cuchara.
Volviendo al alma, pues eso ya va siendo otra cosa. Ahí caben sus preocupaciones sobre la política y las telenovelas —cuya única diferencia es que los protagonistas de una pueden esquilmar su vida, mientras los de la otra le hacen desear no haber sufrido tal desplume—, caben también las revistas culturales y el vanidoso placer de ver crecer a nuestros hijos (sobre todo por lo mucho que se nos parecen). Por cierto, vayan aquí: www.jotdown.es, si quieren leer una revista cultural de lo más buena.
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A que estos son los mejores amigos. ¿No queremos todos ser asi? |
¿Por dónde anda moviéndose esta tía que no acabo de ver la pista y un aterrizaje? Pero es que estamos hablando, lectores, del lugar en donde voy a ser y voy a estar cuando no sea de otra parte. Y me gustaría tener la compañía de un lector, un usted que se acercara y se asomara. Un usted, lector, que se atreva y vea cómo vamos aterrizando en la carne y en el alma. Del alma, la tendremos todo el tiempo y haremos todo lo posible por no empeñarla. Para la carne, le pongo una receta de cocina.
Esta merienda va con una frutabomba de tamaño regular; y con mangos y guayabas. Después de lavarla muy bien, córtela a la mitad y saque todas la semillas, delicadamente, con una cucharita de postre. Resérvela en frío. Pele los mangos, que deben estar maduros pero ser consistentes, y córtelos en trozos muy pequeños, también resérvelos en frío. Haga otro tanto con las guayabas —si quiere las pela, pero mejor no hacerlo— y vuelva entonces con la frutabomba, para ponerle dentro, mezclados, todos estos trocitos a los que final y sutilmente, con lo que tome solo con dos dedos y para terminar de enloquecer el paladar, le dejará caer canela en polvo. La parte más divertido es comerlo justo ahí, acompañados, en la propia frutabomba, cada quien con su cuchara.
Volviendo al alma, pues eso ya va siendo otra cosa. Ahí caben sus preocupaciones sobre la política y las telenovelas —cuya única diferencia es que los protagonistas de una pueden esquilmar su vida, mientras los de la otra le hacen desear no haber sufrido tal desplume—, caben también las revistas culturales y el vanidoso placer de ver crecer a nuestros hijos (sobre todo por lo mucho que se nos parecen). Por cierto, vayan aquí: www.jotdown.es, si quieren leer una revista cultural de lo más buena.
Desde el alma
además, pensamos, por ejemplo y más o menos brevemente, según sea nuestra intención de
banalidad para el día, en la política cultural que implique el destrozo,
en nombre de la economía, de cualquier institución o logro —no importa si
precario, no importa si sacrificado o trascendente—; incluso el destrozo puede
hacerse en aras de un criterio mucho más elevado, como la limpieza y claridad, la
“transparencia” en digamos, el otorgamiento de un premio. ¿Qué tal? ¿Hablamos
de los premios y sus implicaciones de su prestigio o su desprestigio? Conozco a un excelente autor, uno de los mejores poetas de este país, vivo y activo, que rechaza la participación cada vez que un libro suyo es propuesto por la editorial correspondiente, al Premio de la Crítica. Y todos sabemos que no lo hace por ninguna tontería como el exceso de modestia y que le vendría tan bien como al resto de nosotros el dinero que paga ese premio. Pero de lo que se trata en su caso es de lo que está más allá. De la ética que lo conduce y que
él hace todo lo posible por no traicionar. (Supongo que en buena medida eso es
lo que hacemos casi todos). Casi.
Igual hay otra forma de casi no hacerlo
que puede ser la de no participar directamente en el destrozo, pero tampoco
cuestionarlo y peor aun parecerte bien y además encontrarle una justificación como si
estuviera bien. Todo eso pasa. Y claro también está el ambiente, la
circunstancia que vendría siendo como la del cuento, aquel de “yo no me puedo
quejar”. Y también está el otro caso en que parece que uno se queja: abre la
boca, emite sonidos, escribe, publica, pero no sirve de nada. Como cuando
estamos bajo el agua. A lo mejor es porque el agua es demasiado cínica o demasiado
cruel o demasiado indiferente. O nada, debe ser que esa es su naturaleza. Todo,
repito, justificado por el no me importa el premio, no creo en él, no quiero
ser jurado, que hagan lo que quieran. Listo.
Y quienes saben de La Habana saben
también que de eso van muchos espíritus. “Y este calor”, como dice Santa
Cecilia.
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igual podria ser una foto de cualquier ombligo... |
Como
es verano en todo el hemisferio norte, lo mejor para empezar y terminar
cualquier día será la cosa verde: es decir frutas y vegetales. De modo que hoy,
por ser la primera entrada van dos combinaciones. Esta otra es para la noche.
Necesitamos: media libra de maíz desgranado (el de lata sirve igual); una coliflor grande; tres zanahorias; pimientos, tantos como le guste el sabor; pepinos; dos cebollas; tres tomates pintones; comino; salsa de soya; vinagre; vino de cocina y aceite. Mientras se hierve y ablanda el maíz con un cuarto de cucharada de azúcar, empiece a saltear la zanahoria cortada en cuadritos y, diez minutos después, la coliflor, limpia y cortada, en el aceite. Es importante observar este orden debido a la dureza y contenido de humedad de cada legumbre, luego agregue los pimientos cortados en media juliana —es decir no todo el largo sino exactamente la mitad, a menos que sean medianos desde el principio— y luego los tomates, las cebollas y por último el pepino. La media libra de pollo, ya debería estar hervida y fría, para que no se destroce al deshuesar y cortar en dados. Si ya está el maíz, incorpórelo a la mezcla y agregue entonces los condimentos: la cucharadita de comino, las tres cucharadas de salsa de soya, las dos de vinagre y las tres de vino de cocina. Si no le gusta la sal, cualquier sazonador sin colorantes le hace el mismo efecto pero ojo, suelen ser muy salados y sobrecargar de sabor el plato. Nada más, deje enfriar y coma tranquilo por su salud y por su peso, con jugo de piña o con vino blanco.Y algo muy importante, de los caldos de maíz y de pollo, no se deshaga, congélelos y guárdelos, porque en el futuro los va a necesitar.
Necesitamos: media libra de maíz desgranado (el de lata sirve igual); una coliflor grande; tres zanahorias; pimientos, tantos como le guste el sabor; pepinos; dos cebollas; tres tomates pintones; comino; salsa de soya; vinagre; vino de cocina y aceite. Mientras se hierve y ablanda el maíz con un cuarto de cucharada de azúcar, empiece a saltear la zanahoria cortada en cuadritos y, diez minutos después, la coliflor, limpia y cortada, en el aceite. Es importante observar este orden debido a la dureza y contenido de humedad de cada legumbre, luego agregue los pimientos cortados en media juliana —es decir no todo el largo sino exactamente la mitad, a menos que sean medianos desde el principio— y luego los tomates, las cebollas y por último el pepino. La media libra de pollo, ya debería estar hervida y fría, para que no se destroce al deshuesar y cortar en dados. Si ya está el maíz, incorpórelo a la mezcla y agregue entonces los condimentos: la cucharadita de comino, las tres cucharadas de salsa de soya, las dos de vinagre y las tres de vino de cocina. Si no le gusta la sal, cualquier sazonador sin colorantes le hace el mismo efecto pero ojo, suelen ser muy salados y sobrecargar de sabor el plato. Nada más, deje enfriar y coma tranquilo por su salud y por su peso, con jugo de piña o con vino blanco.Y algo muy importante, de los caldos de maíz y de pollo, no se deshaga, congélelos y guárdelos, porque en el futuro los va a necesitar.
Ahora
lo dejo con una imagen fresca, aunque esa mañana ya hacía calor. Y diga si le
gusta, también literalmente.